
A veces estas cosas me parecen mentira, pero ocurren. El caso es que desde hace más de quince días estoy comunicándome a diario, o casi sino con Cuba. Si allí encontré una hermosa amistad que demuestra que no hace falta estar tan cerca en el aspecto físico para poder mantener interesantes conversaciones y compartir muchas cosas en esta vida.
La impresión fue tan buena que hasta me animé a llamar a la isla, estuve una hora hablando.
Como le comenté a ella, solo tengo un precedente similar del que guardo muy buenas recuerdos, si bien en ese caso ya nos conocíamos físicamente.
El caso es que cada vez tengo más ganas de visitar Cuba y poder charlar con pausa, sin las prisas que nos mete la factura telefónica y poder gozar de la cadencia de sus palabras y de sus expresiones. Y porque no? tomar unas clases de salsa, donde mejor que allí. Luego lo que dicten corazón y sentidos ya será otra cosa. Ella sigue a esperar un principe azul y yo podría ser que por fin encuentre a mi legendario azabache.